¡Precaución! Auto-publicidad

He decidido incluir una antigua publicación mía en un nuevo blog, aprovechando mi cuenta en Blogger, para tenerlo todo recogido y ordenado, y no como en el fotolog, que andaba todo desperdigado. Tengo intención de retomar mi modesto ensayo sobre fiestas, borracheras, y alcoholismos varios, dentro de poco. Lo retomaré donde lo dejé, en la etapa 'desfase'. Por si os lo preguntáis, sí, este verano ha habido unos cuántos para tomar de referencia.
Aquí dejo el enlace: Ensayo sobre el Arte de Salir de Fiesta

domingo, 23 de noviembre de 2008

Acuérdate

Noches de fiesta hay muchas, de todos los colores, sabores y sinsabores, y con todas las consecuencias, logros y resacas. Muchas nos parecen las que recordamos, pero lo que las hace especiales son las muchísimas otras que olvidamos. Y no es que sea matematizable el proceso de selección de aquellas grandes citas elegidas por nuestra memoria, pues es difícil saber, cuando llegas a casa a reposar el pedo sobre la almohada, si la noche que estás dejando atrás será digna de ser recordada en unos meses.

Cuando rebusco en el pasado grandes momentos festivos, los primeros que me vienen a la cabeza son los más recientes: la vez que me subí al coche de unas desconocidas (y me echaron), y propagamos por las calles aquellas trascendentes reivindicaciones (¡burkas en los sex-shops ya!) que dieron nombre a la “noche del burka”; el doblete festivo de Vitoria o el Póker de Bilbo este verano, con aquel histórico jueves de “Summers sácatela” por bandera; mención especial para las últimas paellas, día recordado curiosamente por la escasez de recuerdos que guardo; yendo un poco más atrás, tenemos el triplete de mi cumpleaños culminando con la noche del grandísimo concierto de Estopa que precedió a una magnífica borrachera; también entrará, presumo, en este apartado, este último viernes, emborronado por un incidente con un chubasquero que conoceréis los que me tengáis en el tuenti.

Los que persisten en la memoria a pesar del tiempo transcurrido merecen también ser aludidos: aquellos carnavales con un disfraz de butanero que me proporcionaba también el recipiente para los litros (de hecho era un bidón de gasolina, pero daba el pego); la noche de fiestas de Leioa que Unai y yo conocimos el scenarying en nuestras propias carnes, nunca mejor dicho pues bailamos tres cuartos de hora con el pecho al aire delante de cientos de personas; o el mítico segundo sábado de la Aste Nagusi 2007, tan redondamente culminado que su planing sirvió de molde para futuros intentos infructíferos de repetir ‘la noche perfecta’: ponernos hasta el culo de comida, sangría y licor en el buffet chino, parada en el ya inexistente Charlys para hincarnos unos chupitos de absenta, litrada y desfase en Zorrozaurre con el pedazo de concierto de Mago de Oz, y camino a las txosnak de la circu para completar hasta muy entrada la mañana, un día difícil de repetir.

El caso es que, siendo un poco más objetivos, no todas las fiestas que rememoramos nos traen buenos recuerdos (a saber, día P.O. en el Puerto Viejo, o aquel cumpleaños ‘muthafucker’ de Unai), pero algunas de las que en su día nos resultaron bochornosas, hoy las recordamos con humor: como aquella fría noche de noviembre que acabamos de portal en portal en Vitoria); o la ya inolvidable nochevieja que acabé con un diente menos de lo habitual tras recibir un puñetazo presumiblemente del primo de Dani Aranzubia (dato que no sé si llegaré a confirmar). Y el caso es que visto en perspectiva, estas noches han hecho más por nosotros que aquellas que ni siquiera evocamos aunque en su día nos parecieran cojonudas o, al menos, divertidas.

Al levantarnos (o intentarlo) el día después de una de esas noches, todos los pensamientos que vienen a nuestra mente son pesimistas, negativos, y desalentadores, pero eso es porque no nos damos cuenta de que acabamos de escribir una importante página de nuestros días de fiesta. Aún quedan muchas por ser escritas y procesadas por el arbitrario sistema de selección de nuestra memoria, pero seguro que con paciencia, buen hacer y, sobre todo, mucho alcohol (pronto nos reencontraremos amigo mío), lograremos recopilar una interesante y jugosa historia festiva que recordaremos con nostalgia dentro de, espero, muchos años.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Alarmas

Una música empieza a sonar de fondo. De repente la surrealista viñeta que estoy protagonizando pasa a un segundo plano y voy tomando conciencia de la auténtica realidad. Sólo estaba viviendo una situación nacida en las intrincadas redes de mi imaginación. Era un sueño. La canción que me ha abierto los ojos - metafóricamente - comienza a tomar forma en mis oídos, me suena familiar, conocida. Abro los ojos - literalmente - y giro la cabeza perezosamente hacia la izquierda para comprobar, entre legaña y legaña, la fuente de la melodía. Cuál si no, la alarma del móvil. Este nuevo dato me adentra aún más en la realidad. Es lunes y son las 07:45, hora de levantarme y prepararme para ir a clase. El estribillo de la canción - I’m gonna be (500 miles), The Proclaimers - me resulta cruelmente irónico. Lo último que quiero ahora mismo es ponerme a andar quinientas millas, distancia que por cierto no me apetece calcular en kilómetros. Me cago trescientas veces en mi pasado yo – el que programó dicha canción como alarma – y otras doscientas en el profesor que me dará hoy tres horas de chapa insufrible, por no seguir de baja como el primer mes de clase. Ala, ya tengo mis quinientas.

Tanteo con la mano en busca del móvil, estando a punto de llevarme por el camino el vaso de agua que inteligentemente había colocado junto al teléfono. Apago la alarma y lo pienso mejor. Decido absolver al profesor de discurso publicitario y volcar los quinientos ‘buenos deseos’ en mi pasado yo. No son las 07:45, sino las 07:15. Resulta que ayer debí considerar buena idea darme media hora más para prepararme, ducharme, desayunar y demás, a cambio de perder unos míseros minutitos de sueño. Por dios, que el bus lo cojo al lado de casa y no pasa hasta las 08:40, sin contar que siempre llega tarde. Vale que me guste tomarme las cosas con calma, sobre todo por las mañanas, pero esto ya es exagerado. Programo la alarma, esta vez sí, para las 07:45. Y vuelvo a dejar el móvil sobre la mesa, cuidando, esta vez sí, de apartar el vaso de sus cercanías. Cierro los ojos aprovechando la humedad de las legañas, que actúan a modo de argamasa, y desbloqueo mi mente con la intención de sumirme en un nuevo sueño que, por suerte o por desgracia, no durará más de treinta minutos.

Unos rítmicos sonidos de percusión me devuelven a la realidad y dan paso a los inconfundibles primeros acordes del tema Tiempo pequeño, del último disco de Revolver. Vaya, había olvidado la alarma del equipo de música. De repente recuerdo, con ira creciente, que ésta la había programado a las 07:30, por si acaso se me ocurría pasar de la del móvil. Bien, cojonudo. Incorporándome con un esfuerzo sobrehumano - y lo de Phelps y Bolt un juego de niños, en serio – consigo alcanzar la minicadena para pulsar el botón de apagado y volver a dejarme caer sobre la cama. Botón que, por cierto, también es el de encendido, y con la lógica falta de pulso de mi mano a estas horas de la mañana, he apretado dos veces. Toca repetir acrobacia. Esta vez sí, a la segunda ha ido la vencida. Vuelvo a tumbarme y me arropo malamante con la sábanas y mantas que han terminado revueltas, pero no juntas, tras mi sorpresivo doble levantamiento. Vuelvo a cerrar los ojos, con la mala suerte esta vez, de que las legañas se han secado un poco y cuesta un poco más mantener los párpados cerrados. En un cuarto de hora dudo que consiga pegar ojo. Tanto mejor, no sé cómo soportaría otra alarma inmiscuyéndose en mis sueños. Pero al menos descansaré un poco y me iré haciendo a la idea de levantarme.

Esta canción me suena, pero no sé de dónde viene. When I wake up, yeah I know I’m gonna be, I’m gonna be the man who wakes up next to you. Pues mira sí, me he despertado, pero no cerca de nada ni nadie que no tenga funda ni sirva para apoyar la cabeza. Me cago en los proclaimers y sus putas madres, lo ha vuelto a conseguir. La alarma de los cojones ha vuelto a despertarme. Resulta un poco contradictorio pillarme este mosqueo porque un instrumento cumpla su cometido, pero qué quieres que te diga, estoy por tirar el puto móvil contra la pared en cualquier momento. Aunque bien pensado, sé que el hijoputa resistiría, ha recibido golpes peores y ahí sigue sonando como un cabrón. Me limito a coger el móvil y apagar la alarma, esta vez sí, definitivamente. Por supuesto, son las 07:45.

Tras unas profundas respiraciones en pos de la tranquilidad y la frescura mental me planteo la necesidad de levantarme. No será necesaria una “incorporación escalonada” - detallada en el capítulo La resaca,de mi Ensayo sobre el arte de salir de fiesta* - pero las connotaciones que conlleva este levantamiento son bastante más duras que las de después de una borrachera. Dichas connotaciones se resumen en una: tengo clase. Tras una reflexión un tanto enreversada, calculo que sería exponencialmente más duro combinar ambas circunstancias, no quiero imaginar el levantarme los viernes para ir a la uni como me de por salir los jueves a las fiestas Erasmus. Es curioso que en tres años de carrera y cuatro de universidad sólo haya asistido a una. Lo cierto es que estuvo bastante bien, así que no sé por qué nunca he repetido. Sí, debería empezar a salir los jueves, aunque sea alguno de vez en cuando. Es el último año de universidad - si no lo remedio con un segundo ciclo - y hay que exprimirlo al máximo. Al fin y al cabo si el próximo verano sale como tengo proyectado es posible que mi rutina cambie más de lo que pueda pensar. ¿Qué hora es? Miro de nuevo el móvil y compruebo extrañado que son las 07:55. Llevo diez minutos haciendo nada, sumido en pensamientos que no conducen a ningún sitio. Qué rápido pasa el jodido tiempo durante los primeros minutos del día. Creo que es el momento, esta vez sí, de levantarme.

Y así, detalle más, detalle menos, transcurre el despertar de un lunes cualquiera en la vida de un tío gobernado y condicionado por las alarmas.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La realidad de la telerrealidad

Experimento: (...) operación destinada a descubrir, comprobar o demostrar determinados fenómenos o principios científicos.

Partiendo de esta definición, y considerando que aunque la RAE no lo notifique las Ciencias Sociales también son susceptibles de ser investigadas, no alcanzo a comprender la naturaleza experimental que semidioses de la televisión como Mercedes Milá atribuyen a joyas de la telebasura como Gran Hermano. Como experimento que es, debería demostrar algo, tener unas conclusiones, unos resultados, aunque sea una jodida moraleja, pero todo lo que queda es la horrorosa resaca del programa: incontables e insufribles horas de infelices ex concursantes en una dantesca orgía de trapos sucios, corridas insatisfechas y polvos inconclusos.

Me parece genial que existan este tipo de shows (mentira, me parece denigrante para la inteligencia humana), y considero completamente aceptable el ser seguidor de cualquiera o varios de estos programas (falso, me parece propio de personas que buscan rellenar sus anodinas vidas con experiencias ajenas), pero lo que no podría hacer nunca es defender a quien justifica el visionado de estas vomitivas piezas audiovisuales mediante afirmaciones del estilo: “es un programa didáctico”, o “se trata de comprobar cómo es la gente en realidad”. No puedo sino considerar absurdos estos comentarios, cuando me da por dedicar dos minutos de mi tiempo a semejante aberración televisiva y veo a una enana, en el más estricto sentido de la palabra, entristecida por que no se fija en ella un individuo que, por lo visto, debe de ser lo más de lo más dentro de la casa (he de volver a corregirme, jamás desperdicié ese tiempo, al menos no así, sino que me lo contaron).

En cualquier caso, parece como si la gente de verdad se creyera que ver estas bazofias sirve de algo más que como tema de conversación en las peluquerías. Como si hubiera una increíble ola de ignorancia en torno a semejantes excrementos televisivos (alejémonos ya de eufemismos) que impida apreciar que son simples pasatiempos para gente sin vida social, y que un experimento no puede funcionar cuando lo condicionas constantemente en favor del morbo, metiendo, por ejemplo, a toda una serie de frikis y subnormales que hasta los chinos saben que acabarían matándose entre ellos si les dejaran. Y aunque fuera todo aleatorio, ¿qué esperan demostrar? ¿Que la convivencia en una casa con 15 personas, fornicando unos con otras, otras con otros, y otros con los primeros, es jodida? ¿Qué cuando les dicen que el que gana se lleva un pastón van a vender hasta a su abuela por la guita? Eso lo demuestra Ricky Martin si se lo plantea no me jodas. A ver si asumimos todos que engendros como Gran Hermano y sinónimos no son más que los formatos que dan nombre a la telebasura, y se les aplica una connotación intelectualoide para que la gente se crea que aprende cuando lo ve. Si quieres televisión educativa pon los putos documentales de la 2, no seamos hipócritas.

Y ya el acabose es el último invento de uno de estos soportes audiovisuales de residuos tóxicos, en este caso Telecisco. La susodicha porquería gira alrededor de un macizo de gimnasio que, como si de un burdelesco desfile se tratara, tiene que ir descartando y eligiendo entre toda una suerte de bollitos chorreando por sus chocolatinas. He de decir, en este punto, que mi crítica va para esas rameras buscadoras de fama y, como siempre, para los creadores y sustentadores de tal despropósito. Nunca para el tal Efrén, que se lo tiene que estar pasando de cojones.

lunes, 13 de octubre de 2008

Sonrisas (homenaje póstumo a mi tío)

¿Qué significa sonreir? Es difícil determinarlo pues, como las lágrimas (a las que a veces acompañan), las sonrisas pueden ser de distintas naturalezas. Así, las hay felices, divertidas, enamoradas, nostálgicas... Pueden ser símbolo de toda una infinidad de estados de ánimo, pero si se le tuviera que asignar a este simpático gesto un solo significado, yo me inclinaría por uno muy concreto, que considero denominador común de todos los demás: el triunfo.


No un triunfo tan tangible como el de una victoria del Athletic, sino algo más personal, más etéreo. No en todos los casos alude a victorias puntuales, como una discusión ganada o un negocio ventajoso. Las sonrisas más sinceras son aquellas que regresan a nuestros rostros siempre que las recordamos, aquellas que no sólo sentimos en nuestros labios, sino en un lugar más profundo de nuestro ser, aquellas que nos reconfortan y nos hacen sentir como en casa.


Y aquellas eran las que mi tío siempre proporcionaba. En cualquier contexto siempre mostraba su mejor cara, una cara de triunfo ante la vida, ante los problemas y ante el mal tiempo. Y eso es algo que se contagia. Porque plantar cara con una sonrisa a los palos que nos da la vida es ya una victoria. Y eso es algo que mi tío Jos sabía hacer, y que yo tomaré por dogma, aunque sea difícil en estos momentos por las circunstancias que todos conocemos. Todos sabemos que él no habría querido vernos tristes, desalentados y cabizbajos como estamos, aunque difícil es la tarea de mirar hacia delante. Sin embargo, por mi, por mi familia, y por Jos, en homenaje a su imperturbable optimismo, haré el esfuerzo de sonreir, porque sé que con la ayuda de su recuerdo, dicho esfuerzo no será tal. El triunfo se reflejará por sí sólo en mis labios, aunque una lluvia de lágrimas no pueda evitar asistir al encuentro, aunque sepa que las imágenes que vengan a mi memoria nunca se volverán a repetir, aunque sea consciente de que los recuerdos son sólo eso, recuerdos. Sabré que mi tío, nuestro Jos, siempre estará en nuestras sonrisas.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Popurrí porque sí (vol. 1)

Pues sí, hoy toca descentrarse de asuntos concretos, y pasar a una serie de temáticas más desenfadadas que, para qué vamos a engañarnos, es lo mío. Buen rollo siempre, y a teclear, en esta ocasión escuchando de fondo la voz del gran Carlos Goñi en su nuevo disco "21 Gramos". Disco que aprovecho para recomendar a todos los que os guste la música de Revolver. En esta ocasión se suaviza bastante su estilo respecto al anterior "Mestizo", uno de los trabajos más 'duros' (sin salir de su tradicional pop-rock) del madrileño. En cuanto a las letras, qué decir de ellas... mejor no decir nada, lo dicen todo por sí solas.

Y cambiando radicalmente de tema (hoy paso de transiciones, estoy cansado), pasaremos a analizar el comienzo de temporada del Athletic... del que por cierto, por 'h' o por 'b' pero no he podido ver ningún partido. En cualquier caso, no será un análisis futbolístico, sino más bien de sensaciones producidas por los resultados y lo escuchado, leído y comentado sobre los jugadores. Yo predecía, como muchos, que tras la temporada anterior, teóricamente de transición, ésta tenía que crear una consolidación en torno a la idea de equipo trabajada por el técnico, así como el juego y la imagen del equipo. Imagen que se derrumbó el primer partido de liga ante el Almería (que no pude ver por el puto curro), tras hacer un ridículo, según dicen, bochornoso. Contra el Málaga (también tocaba currar) parecía que mejoraba y se confirmó con un, según cuentan, gran partido ante el Valladolid (que me perdí por vagancia). Hoy en Huelva hemos sacado un empate , que no es mala cosecha (empate del que no he alcanzado a ver ni los tardíos goles, por llegar tarde después del entrenamiento del nuevo equipo que estamos montando, que comento más abajo). Pero este fin de semana en casa hay que ganar, porque después se avecinan Sevilla, Barça y Madrid, de los que será difícil sacar nada en claro. Comentar mi alegría porque por fin parece que se resuelve el problema del lateral izquierdo, con el fichaje de Balenziaga. Al menos esa sensación tiene todo el mundo, y los resultados ahí están: con Casas, 3 goles encajados en 1 partido; con Balenziaga, 1 gol en 3 partidos. En este caso el orden de los factores SÍ altera el producto. Y el producto (el bueno, no el defectuoso) es un chaval de la cantera txuri-urdin que esperemos se confirme como futbolista de nivel en uno de los clubs más grandes de la máxima categoría del fútbol español.

Los que también espero que nos consolidemos como equipo de futbito somos el recientemente creado (o próximamente, sería más correcto puesto que aún no estamos inscritos) Erromo Raiders Taldea (nombre aún por confirmar también). Veremos qué tal se da nuestra primera participación en un torneo oficial, tras muchos años de pachanga en pachanga. Y por cierto, el Sparta las Bragas universitario volverá a las canchas dentro de bien poco, así que también iré actualizando resultados.

Siguiendo con deportes, comentar del ciclismo el bajo nivel visto en la prueba contrarreloj del mundial disputada hoy en Varese (Italia), donde el alemán Bert Grabsch se ha hecho con el oro por delante del canadiense Svein Tuft (los nombres lo dicen todo). El único contrarrelojista de renombre en el podium ha sido el estadounidense David Zabriskie, al que no le han quedado más huevos que conformarse con el bronce. ¿Gran actuación del oro y la plata? ¿O baja forma de los grandes especialistas? Yo me inclinaría más bien por lo segundo, amén de la ausencia de la locomotora de Berna: Fabian Cancellara.

Por último dejaré (por fin) el deporte a un lado, aunque no del todo. Apuntar que dentro de una semanita me lanzaré río abajo al descenso del Sella (ya os contaré qué tal las magulladuras y lesiones), con Saioa, Susana, Mikel y Pablo, y ya de paso haremos noche en una casita rural de la región asturiana. ¡Que no nos descuajeringuemos!


lunes, 22 de septiembre de 2008

El mundo no es una mierda, pero hay quienes pretenden que lo sea

Me doy cuenta, unos cuantos días después de que ETA reivindique a su grotesca manera su presencia en el panorama nacional, que este tipo de incidentes ya no me impactan. Imagino que no seré el único, pero es cuanto menos llamativo que pase desapercibida ante mis sentidos la noticia de un atentado que ha acabado con la vida de una persona y otro que ha podido hacerlo con las de diez. Es triste, lamentable, o como queramos llamarlo, pero es así. La violencia hace ya tiempo que se convirtió en inseparable compañera de viaje del ser humano. Un viaje que ha atravesado muchas adversidades y nos ha hecho progresar mucho en muchas materias, a saber: avances científicos, libertad, sociabilización, educación, ateísmo (esta última aún a riesgo de abrir un debate no deseado, pero sí, lo considero un avance)... Pero practicamente en cada paso que el hombre ha dado hacia delante, ha necesitado la ayuda su violenta compañera. Si no queremos creerlo, echemos una vista atrás: guerras, revoluciones, movilizaciones... (que no digo que en muchos casos no esté justificada, eso de poner la otra mejilla sólo funciona en las fábulas infantiles).

Pues bien, tanta dependencia de la violencia para progresar va a acabar por hacernos retroceder. Aún no me ha tocado de cerca (y espero que siga así de por vida) ninguna atrocidad de esos hijos de puta que se hacen llamar libertadores, gudaris o lo que cojones quieran llamarse. Pero está claro que últimamente están volviendo más por sus antiguos fueros y cada vez los daños colaterales se las traen más al pario. Que no digo que no me sienta igual de consternado por los propios asesinatos, pero como ciudadano de a pie y en términos egoístas, debería preocuparme más por que no sea yo ni nadie de mi entorno el que esté inocentemente paseando junto a un coche bomba cuando el temporizador o el dedo del infame bastardo hijo de perra que presione el detonador decidan que ha llegado la hora de que haga boom. En cualquier caso, como ya he dicho, mi más sentido pésame por absolutamente todas las víctimas de esos prehistóricos sanguinarios, que dicen buscar una libertad que ellos mismos abolen con su existencia.

Estas cosas me pierden, a mi, ‘buenrollista’ por naturaleza. Llamadme ingenuo, cándido o simplemente gilipollas, pero nunca entenderé el por qué de tanto sufrimiento, de tanta sangre derramada en nombre de causas que sólo unos pocos comprenden, y todavía menos las apoyan. En realidad, no entiendo la violencia en general, es una asignatura que se aprende en la escuela de la calle, dicen, y yo tuve la suerte o la desgracia de no poder asistir a esas clases. Está claro que tomé un rumbo distinto en mi viaje al de los que no tuvieron más remedio que aprender aquellas lecciones, y nunca sabré si es el correcto, pero es el mío, y es el que defenderé. La sangre está bien corriendo por las venas de las personas, que se quede ahí. La violencia es una de las plagas que hacen de este mundo un lugar peor, no dejemos que lo convierta en un vertedero al que no podamos sentirnos orgullosos de pertenecer.

"Hay dos caminos; uno es la vida y otro es la muerte, y si vives en la muerte, entonces debes estar muerto. Y si vives en la vida, entonces debes vivir. El camino que tu corazón decide, hace que vivas." Bob Marley, 1976.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Sin prisas

Sin prisas, cantaba Sabina*, que a las misas de requiem nunca fue aficionado. Aunque el contexto de la canción no venga con el tema, podemos aplicar esta máxima en muchos aspectos de la vida diaria. De la VIDA, nunca mejor dicho, pues eso precisamente lo que podemos ganar, o dejar de perder, con un poco de paciencia. Recurriendo un poco a la cultura popular, podemos encontrar un sinfin de dichos a este respecto, pero sin sacar conclusiones claras. Como siempre, en el refranero tenemos una luna para cada sol. Así, podemos encontrarnos un clásico “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” (sarcásticamente volteado en el manual del vago), que se contrapone a esta gran verdad: “no por mucho madrugar, amanece más temprano”.

Y es que haciendo las cosas “deprisa y corriendo”, sólo hay un posible resultado, y no suele ser el que se busca. Algo así, grosso modo, y sin querer recoger morbo de la tragedia, debió de pasar en el accidente de Barajas. El querer hacer las cosas a tiempo de no decepcionar a los clientes acabó irónicamente por hacerles correr la peor suerte posible, convirtiéndose en una de las mayores tragedias mundiales de 2008.

Tirando un poco de dramatización, imagino la situación, de haber perdido los técnicos dos horas revisando motores y repasando de cabo a rabo el fuselaje del Spanair JK 5022 (o lo que cojones haya que revisar, que un servidor en aeronaútica, como un pelícano en ajedrez). De hecho, yo mismo lo viví en el mismo aeropuerto cuando esperaba embarcar en un avión camino a Atenas, apenas una semana después. Gente indignada, impaciente, que parecía haber olvidado el pasado más reciente de la historia de la aviación, sin entender el porqué del minusprecio a su valioso tiempo. Lo curioso del asunto es que el estrés recorría la piel del personal cuando se supone que estábamos ahí con un fin desestresante: vacaciones en un crucero. En definitiva, un panorama molesto, desde luego, pero en cualquier caso infinitamente mejor que el de la fecha a la postre conocida como 20-A.

Y es que la negligencia, si bien injustificable de los responsables del accidente, no es la única. Los viajeros debemos comprender que sólo ponemos en juego nuestras vidas cuando presionamos por un pronto despegue de nuestro vuelo, al igual que cuando pisamos el acelerador del coche para arañar unos escasos minutos a Cronos, que pueden costarnos irónicamente todo el tiempo del mundo.

Non Stress!

*Canción: “a mis cuarenta y diez”